miércoles, 22 de septiembre de 2010

La pérdida

No, no te atrevas, no me digas adiós, no esta noche. Por favor, pasearemos de nuevo juntos por nuestro jardín”. La voz se le quebraba al tiempo que en sus ojos asomaba una auténtica súplica, un ruego, le pedía más tiempo, no se hacía a la idea de poder vivir sin ella, no se creía capaz, pero ella no llegó a ver esa expresión suplicante en sus ojos, ya se había ido.

Él había apoyado la cabeza en su cama, en contacto con ese cuerpo tan querido, y no fue hasta que volvió a mirarla que se dio cuenta de que ya no estaba allí. Un grito, que pareció más bien un aullido rompió la serenidad de aquella casa que tanta vida había albergado antaño y tan vacía parecía ahora.

Cuando llegué allí la mañana siguiente lo encontré vagando por el jardín, completamente pálido, hablando consigo mismo. Repetía una y otra vez las mismas palabras que le había dicho a ella por la noche, esa súplica que no sabía si ella había llegado a escuchar, confiando en que el sonido de su voz llegase allí donde fuera que ella se encontrara ahora.

Viéndolo tan afectado, corrí hasta las habitaciones de aquella a la que él tanto había amado, encontrándola en su cama. De no haber sido por el hecho de que no percibí ningún movimiento propio de la respiración en su pecho hubiera pensado que dormía plácidamente. Por desgracia, pude ver que no era así, y caí de rodillas al comprender que esa pobre mujer yacía allí, muerta. La había visto sufrir tan desmesuradamente los últimos tiempos que no pude evitar pensar que era mejor para ella así, al menos ahora podía descansar al fin.

No pude hacer otra cosa que no fuera llamar al doctor para que confirmase la muerte de aquella que había sido mi mentora antaño, aquella que fue mi amiga después, aquella que, como a mí me gustaba pensar, ahora debía estar en algún lugar mejor.

Dejé al doctor ocupándose de todo y salí al jardín a buscar al desdichado muchacho que acababa de perder a su madre. Me inspiraba una compasión tremenda, más cuando lo sentía como si fuera mi propio hermano.

6 comentarios:

Monker dijo...

Que arrrteee

Asin me gusta, que vuelvas a escribir cosicas ^‿^

Anónimo dijo...

Me encanta que escribas ^_^ me encanta que me pases los links de lo que escribes ^_^.

Y la historia es triste :( de esas que si se leen segun con que estado de animo son capaces de arrancar una lagrima juguetona.

butty -.-

Germánico dijo...

Ya era hora de que actualizaraS!!!
Un texto muy bonito que, por alguna razón, lo sitúo en la Inglaterra del siglo XIX.

Un beso!

Eingel dijo...

La vida sigue... el joven desesperado volverá a sonreir. Y ella permanecerá en el recuerdo de quienes la amaron

Besooooos

Rober dijo...

Aunque lo más profundo siempre queda, yo creo que la propia vida va purgando lo más somero de cada despedida: justo eso que nos hace paralizarnos, dejar de "vivir" en los primeros momentos.

Relato directo y breve, y me gusta el desarrollo. El final seguramente no será lo que muchos (me incluyo) vamos suponiendo a medida que devoramos los párrafos, pero ahí está la clave. Más si cabe en un relato corto. Buen relato en definitiva, me ha gustado leerte :)

FRIPON dijo...

Enhorabuena Laura. Hace tiempo que quería participar, pero...
Un beso de todos.
P.B.C.