domingo, 14 de noviembre de 2010

Me gustaría

Me gustaría simplemente que al irme a la cama hubiera alguien allí, que el colchón no estuviera tan frío, que la habitación fuera más acogedora. Sentir una mano deslizándose por mi espalda, por mi brazo, hasta llegar a rodearme por completo, sentir un aliento cercano, una respiración conocida, y poder sumergirme en los mundos de Morfeo en compañía, sin miedo de adentrarme en ellos yo sola.

Me encantaría despertar y saber que sigue allí, que la casa no va a estar envuelta en ese silencio sepulcral que parece reinar todas las mañanas. ¿Cómo será compartir ese café humeante con alguien? Una despedida cariñosa antes de salir de casa, un abrazo, un beso, un “te echaré de menos”. Y ajustarme el abrigo al salir a la calle en una fría mañana de invierno, sonriendo, mientras pienso en lo que he dejado en casa. Mirar hacia la ventana y ver que está allí, observando cómo me alejo poco a poco.

Anhelo llegar a casa, y esperar hecha un manojo de nervios hasta escuchar el sonido de una llave girando en la cerradura, hasta ver entrando por la puerta a alguien a quien pueda contarle mi día, con quien pueda compartir todos mis pensamientos, sin ningún temor a que los malinterprete o se burle de ellos. Alguien con quien sentarme tranquilamente en el sofá, con quien acurrucarme en una fría noche, alguien con quien pasar el tiempo, sin necesidad de pasatiempos, alguien con quien realmente conecte a todos los niveles.

Y, al finalizar el día, volver a esa cama que no volverá a estar fría.

jueves, 11 de noviembre de 2010

¿Poema?


Esta madrugada desperté anhelante

Soñé que volvías, no te habías ido

Y quise tus besos, tu abrazo, tu cuerpo

Mas al darme cuenta de que no era cierto

Cubierta de lágrimas, desperté del sueño.


Pido perdón por esta pequeña intromisión, pero no sé cómo he escrito esto hoy. Hacía mucho tiempo que no escribía algo reomotamente parecido a la poesía, y me he sorprendido a mí misma. Se admiten críticas, como siempre, que es un campo en el que tengo mucho, muchísimo que aprender.


martes, 2 de noviembre de 2010

Si yo fuera...

Un personaje manga

Estoy segura de que si fuera un personaje de manga sería uno de esos personajes oscuros, rodeados por un aura de misterio, que siempre atraen la atención del lector. Esperaría, unas veces con más paciencia y otras con menos, a que mi creador me dibujara, sabría que cada vez habría algo diferente en mí, aunque siempre sería el mismo. Pero habría un trazado distinto, una línea más, quizás un enredón más o menos en mi larga melena, porque sí, mi pelo sería largo y oscuro, o quizás de dos colores contrapuestos, como el blanco y el negro. No me importaría tener cicatrices, siempre y cuando hubiese aprendido de ellas, y me embarcaría gustosamente en todas las aventuras que mi creador me propusiera. Vestiría de forma elegante, quizás con traje o con ropa algo más casual, pero siempre en tonos fríos, y el color predominante en mi fondo de armario sería desde luego el negro, tan acorde a mi personalidad misteriosa.

Pero, llegado el momento, sé que me cansaría de vivir todas esas aventuras yo solo, de que mi creador me dibujara una vez más para que nadie más pudiera decirme lo cambiado pero igual que estaba. Querría compañía, y así lo notaría el creador por la expresión de mi semblante, que la acusada sensación de soledad habría modificado. Entonces, él dibujaría a alguien más para mí, alguien alegre, que vestiría en tonos cálidos, y con una personalidad completamente abierta y sincera. Sería quien me acompañase en mis aventuras, sería mi contrapunto. Y así, no me importaría vivir cuantas aventuras se me propusieran, sabiendo que al llegar a casa no volvería a estar solo.

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Un pequeño ejercicio de descripción. Ya que últimamente parece que no soy capaz de sentarme tranquilamente frente a un papel intentaré tener alguno de estos listo de vez en cuando. Es divertido, y es un buen ejercicio para la imaginación. ¿Alguien adivina en qué personaje me he basado?

miércoles, 22 de septiembre de 2010

La pérdida

No, no te atrevas, no me digas adiós, no esta noche. Por favor, pasearemos de nuevo juntos por nuestro jardín”. La voz se le quebraba al tiempo que en sus ojos asomaba una auténtica súplica, un ruego, le pedía más tiempo, no se hacía a la idea de poder vivir sin ella, no se creía capaz, pero ella no llegó a ver esa expresión suplicante en sus ojos, ya se había ido.

Él había apoyado la cabeza en su cama, en contacto con ese cuerpo tan querido, y no fue hasta que volvió a mirarla que se dio cuenta de que ya no estaba allí. Un grito, que pareció más bien un aullido rompió la serenidad de aquella casa que tanta vida había albergado antaño y tan vacía parecía ahora.

Cuando llegué allí la mañana siguiente lo encontré vagando por el jardín, completamente pálido, hablando consigo mismo. Repetía una y otra vez las mismas palabras que le había dicho a ella por la noche, esa súplica que no sabía si ella había llegado a escuchar, confiando en que el sonido de su voz llegase allí donde fuera que ella se encontrara ahora.

Viéndolo tan afectado, corrí hasta las habitaciones de aquella a la que él tanto había amado, encontrándola en su cama. De no haber sido por el hecho de que no percibí ningún movimiento propio de la respiración en su pecho hubiera pensado que dormía plácidamente. Por desgracia, pude ver que no era así, y caí de rodillas al comprender que esa pobre mujer yacía allí, muerta. La había visto sufrir tan desmesuradamente los últimos tiempos que no pude evitar pensar que era mejor para ella así, al menos ahora podía descansar al fin.

No pude hacer otra cosa que no fuera llamar al doctor para que confirmase la muerte de aquella que había sido mi mentora antaño, aquella que fue mi amiga después, aquella que, como a mí me gustaba pensar, ahora debía estar en algún lugar mejor.

Dejé al doctor ocupándose de todo y salí al jardín a buscar al desdichado muchacho que acababa de perder a su madre. Me inspiraba una compasión tremenda, más cuando lo sentía como si fuera mi propio hermano.

viernes, 21 de mayo de 2010

Refugio


Corrí tanto como pude para perderme de nuevo en aquel bosque, el mismo que siempre me había refugiado cuando era una niña e intentaba huir de todo lo que me rodeaba, el mismo que me había dado cobijo cuando en mi adolescencia el mundo se me venía encima. Ese bosque que siempre estaba en mis pensamientos, que tenía reservado un pequeño hueco en mi corazón. Conocía a todos los árboles que lo poblaban, incluso les había puesto nombre en las largas tardes que había pasado allí sola, rodeada de naturaleza. Pero ahora… Ahora la mitad de aquellos árboles, que habían sido verdaderos amigos para mí, ya no estaban allí. Sentí como si una pequeña parte de mí misma hubiera desaparecido con ellos. ¿Quién refugiaría ahora a los niños que quisieran jugar, a los adolescentes que necesitasen huir, a quienes, simplemente, quieran escapar de la civilización y hablar con el bosque?

lunes, 15 de febrero de 2010

Viejas Amistades

Querida Victoria:

Te escribo estas líneas para darte las gracias por la noche de ayer. Gracias a ti recordé lo que sentía por esas dos amigas que viven conmigo desde hace tiempo.

Verónica sigue siendo tan alta y delgada como siempre, y conserva su carácter dulce, ese que me hizo acercarme a ella la primera vez, y que me obligaba a volver en cada ocasión de que disponía. Cuando la vi, mi cuerpo tembló con el recuerdo de los muchos momentos que habíamos pasado juntos. Me encontré a mí mismo reviviendo viejos instantes, recordando lo mucho que la quería, y percatándome de que no había dejado de quererla. Como si hubiese sido ayer la última vez que la sostuve entre mis brazos, mis manos acariciaron todo su cuerpo, sin que quedara un solo rincón por recorrer, y mis dedos pasearon por sus puntos clave, presionando aquellos que conocía tan bien, aquellos que la harían estremecerse de placer, mientras acercaba mis labios a los suyos consiguiendo, tal y como yo quería, que emitiese un suave gemido tras otro…

Le prometí que no la olvidaría de nuevo, que seguiría volviendo a tocarla y besarla siempre que la ocasión se presentase, y la dejé ir.

Te observé durante unos minutos, y vi que me devolvías la mirada, sonriendo. Entonces descubrí que Elisa estaba allí, apoyada en la pared, esperándome.

Elisa siempre había sido la más dura de las dos, la que más se me resistía. Era preciosa, morena, con unas curvas impresionantes, y siempre que la acogía junto a mi cuerpo me hacía sentirme capaz de cualquier cosa. Rodeé su figura con mis brazos, como había hecho antaño tantas veces, tratando de recordar cuáles eran sus puntos débiles, esos que la harían temblar transmitiendo la vibración de su cuerpo al mío. Los busqué a tientas, pasando mis dedos por aquellos de los que guardaba algún recuerdo de su situación.

Cuando nuestros apasionados cuerpos dejaron de palpitar, dejé que Elisa se fuera, y volví la vista hacia ti, mi gran tesoro de la noche, la persona que culminaría una velada que había sido casi perfecta. Clavaste en mí tus hermosos ojos, consiguiendo que yo me estremeciera como antes se habían estremecido Verónica y Elisa. Me acerqué a ti, despacio, tratando de saborear los segundos previos a un momento que sabía que iba a ser mágico, nuestro primer beso de la noche, las primeras caricias… Te negaste a prolongar la espera, y alargaste hacia mí tus brazos, atrayéndome hacia ti y haciendo que me tumbara contigo en la cama, esa cama que nunca había visto dos personas tan compenetradas, que nunca había saboreado tanta excitación como la que pudo experimentar anoche junto a nosotros.

Despertar esta mañana junto a ti ha sido lo más cerca que he estado nunca de vivir un sueño. Verónica y Elisa estaban tiradas en el suelo, así que las he recogido antes de irme. La flauta travesera está en la estantería, y la guitarra, como siempre, está apoyada en la pared.

Ahora tengo que marcharme, pero no quería irme sin demostrarte de nuevo mi agradecimiento por todo lo que hiciste anoche por mí, había olvidado lo bien que puede hacerme sentir el formar parte de la música.

Te llamaré esta tarde. Te quiero:

Nefertari

domingo, 7 de febrero de 2010

Musas a la fuga

Bueno, vengo por aquí a pediros ayuda.... un favor, más bien

Últimamente estoy sin ideas para escribir, y me gustaría que vosotros me propusieráis aquí un tema, de la forma que queráis. Puede ser dejando una imagen, diciendo una palabra, una idea, una historieta, un chiste.... Y yo de ahí intento hacer un pequeño relato.

Creo que para vosotros puede ser divertido (intentad no putearme mucho) y para mí puede ser un reto que me ayude a crecer algo más como escritora.

¡¡Gracias!!