lunes, 31 de agosto de 2009

Cuéntame un cuento...

- Papá, ¿me cuentas un cuento antes de dormir?

- Está bien, Elisabeth, pero uno corto. Uno que no te he contado hasta ahora, pero que creo que te va a gustar.

- ¿De qué trata?

- Verás, en un mundo, que a muchos podría parecerles lejano, aunque en realidad se sorprenderían al saber lo cerca que está, reinaban dos diosas…

- ¿Dos diosas enfrentadas?

- No, cariño, las dos diosas eran amigas, y como te estaba contando reinaban mediante el respeto y la…

- ¿Pero por qué eran amigas? Se supone que deberían pelearse.

- ¿Y por qué tendrían que pelearse?

- Porque todas las historias divertidas sobre dioses son divertidas cuando los dioses se pelean. Al final se reconcilian, pero siempre tienen que estar enfrentados por alguna razón para poder pelear…

- Y dime, cariño, ¿significa eso que una historia nueva no puede ser divertida? ¿Tiene que repetir siempre el mismo patrón para que te guste? Si es diferente, ¿no le darás una oportunidad?

- ¡Pues claro que no! Si ya sé qué es lo que me divierte, ¿por qué voy a fiarme de algo distinto que a lo mejor no me gusta?

- Pero entonces te perderás muchas cosas.

- Pero las que tenga serán cosas que sé que me gustan.

- Elisabeth, hay un refrán que dice que quien no arriesga no gana, y es cierto. Si no les dieras oportunidad a las cosas nuevas, diferentes, te estarías perdiendo muchísimas cosas. Y ya no hablo únicamente de las historias, hablo de los sabores, de los lugares, de los colores, de la gente incluso… Nunca rechaces nada ni a nadie únicamente por ser diferente, y no intentes ser como los demás solo por ser aceptada, sé tu misma, siempre, créeme, saldrás ganando.

- Es cierto, papá, tienes razón.

- Entonces, ¿puedo hablarte ahora de las dos diosas?

Pero cuando miró a su hija vio que ya yacía en la cama, completamente dormida.

jueves, 20 de agosto de 2009

...

La vi venir, despacio, como si el tiempo hubiese dejado de avanzar, pero entonces los minutos empezaron a correr en el reloj y aquella figura, que tan lejana me había parecido, llegó corriendo, pistola en mano, y me disparó. Dos minutos después estaba muerta, tendida en el suelo, rodeada por un gran charco de sangre que aumentaba de tamaño conforme los segundos pasaban. Pero algo había fallado, era yo quien debería estar allí, no ella. Sin embargo, la bala que iba dirigida a mí, me había alcanzado en el brazo, atravesándolo y yendo a parar a su abdomen, matándola. No podía evitar pensar que había sido culpa mía. De repente, comencé a encontrarme fatal, quizá por la perdida de sangre, o por la impresión de ver a mi hermana allí tendida, muerta…. Fuera cual fuera la causa, caí al suelo, y allí…

Víctor, con lágrimas en los ojos, cerró el libro, no quería leer el final de aquella historia, con la que tanto había sufrido, sentido, reído, llorado…



P.D: Ya sé que por sí sola esta historieta no tiene demasiado sentido. La empecé a escrbir pensando que probablemente daría lugar a algo más largo, pero como en todo el tiempo que ha pasado no ha querido que continuase con ella, os la dejo aquí, para que sepáis que sigo en activo.