domingo, 31 de agosto de 2008

IV Día Internacional Del Blog.

Interrumpo mis rutina de subir relatos por éste acontecimiento, y porque así os doy algo para leer hasta que yo termine mis exámenes, que empiezan mañana.

Hoy se celebra el IV Día Internacional del Blog. Los organizadores han propuesto aprovechar este evento para publicar e interconectar a todos los bloggers del mundo, por lo que se ha pedido que cada blog recomiende cinco blogs. Yo voy a recomendar seis, ¡ale!

Mitorock - Radio Vallekas

Aquí tenéis el blog de éste fantástico programa de Radio Vallekas, os invito a adentraros en él, en sus entrevistas, en sus relatos... Desde aquí un beso para Charly y Javi, dentro de poco tendréis un regalito por aquí.

A Solas Con El Ente

"...si al final has decidido venir a compartir un poco de tu tiempo conmigo, acomodate...y, sobre todo,...cierra bien todas las puertas y ventanas..." Una reciente amistad cibernética, que crece poco a poco entre tantas letras. Estoy deseando que le publiquen un libro y me lo mande firmado.

Sombra y Ceniza


Este hombrecillo lleva casi tres meses sin actualizar, pero sus relatos son capaces de transportaros a otros mundos, os invito a comprobarlo por vosotros mismos.

12 Gatsu No Yoru Ni

Si os gusta el J-Rock, éste es vuestro blog de descargas directas. Esta mujer está haciendo un trabajo impresionante, os lo recomiendo, de veras.

Slimdoe's Blog

Slimdoe nos deja aquí sus reflexiones, y un trocito de su vida con ellas, espero que os guste.

Esfera Surreal

Los relatos de Mina, con los que tenéis risas aseguradas.

jueves, 28 de agosto de 2008

La Obra (1ª Parte)

“¿Dónde está mi musa? ¿Quién la ha atrapado? ¿Por qué hace tanto tiempo que no aparece a mi lado? Busco, pero no la encuentro, esa palabra perdida, esa chispa que hace que despierte en mí la inspiración, a la que llevo tanto tiempo esperando. Quizá no la haya buscado bien, quizá sea ella la que tiene que venir a mi, la que tiene que buscarme, la que debe…”

A la mierda, al igual que Daniel, el protagonista principal de mi obra de teatro, yo tampoco estaba inspirada, así que decidí tomarme un descanso para pensar en otra cosa, para alejar mi mente de aquellas palabras que no querían tomar forma en mi cerebro, que se resistían a salir.

Necesitaba descansar y recuperar energías, por lo que me dirigí a la cocina y me preparé una taza de café bien cargado. Taza en mano, salí a la terraza en busca del cobijo y los susurros de las estrellas, que siempre me habían ayudado a tranquilizarme, a olvidarme de todo. Saboreé el café que había preparado y, cuando empezaba a desconectar de la realidad, un timbrazo me devolvió a ella de golpe. Maldije entre dientes el teléfono y a quien fuera que llamara a esas horas y me dirigí al salón a contestar. Al otro lado de la línea, Dani se percató de mi tono de enfado, y sin siquiera saludar me pidió disculpas por llamar tan tarde. Le dije que no pasaba nada, que estaba despierta. Me recriminó el que llevara una semana sin salir de casa, y me dijo que había algo que quería enseñarme, por lo que le propuse que viniera a comer el día siguiente y de allí iríamos a dónde él quisiera. Prácticamente sin tomarse tiempo para pensarlo aceptó mi propuesta, así que quedamos en mi casa a las doce, y colgamos el teléfono.

Pensé que me vendría bien desconectar un rato de tanta inspiración, intrigas amorosas y fantasmas, y no había nadie mejor que Dani para ello. Había sido mi mejor amigo durante los años que duró el instituto, pero al salir de él nos perdimos la pista. Él estudió Bellas Artes en la universidad, y yo continué escribiendo, consiguiendo que algunas de mis historias se publicaran en revistas literarias. El destino, tan caprichoso como siempre, había hecho que nos volviéramos a encontrar siete años después. Dani estaba trabajando para una compañía de teatro, montándoles los escenarios, ayudando con el vestuario y con todo lo que tuviera que ver con la ambientación. Una de las actrices de la compañía había leído alguna de mis historias y habló con la directora, pidiéndole que me contrataran para escribir una obra. Ella accedió, y mandó a Dani a hablar conmigo. Cuando le vi llamar a mi puerta, no me podía creer lo que veían mis ojos, era él, prácticamente no había cambiado nada, y cuando me sonrió, supe que el también me recordaba. Desde ese momento, entablamos de nuevo nuestra amistad, justo donde la habíamos dejado, como si esos seis años no hubieran pasado. Seguíamos compenetrándonos como en el instituto, cuando uno era parte del otro, y yo escribía cada vez con más fluidez y mayor originalidad.

Ya había pensado suficiente por una noche, así que me acosté, olvidándome de programar la alarma para despertarme el día siguiente, un gran fallo, ya que salí de la cama entre timbrazos y tuve que abrirle la puerta a Dani en pijama, y sin haberme dado tiempo siquiera a peinarme o lavarme la cara. Tras las correspondientes burlas y alusiones a mis despistes, dejé a Dani sentado en la cocina y subí a ducharme y vestirme. No le había preguntado dónde quería llevarme, así que decidí ponerme ropa informal, opté por unos vaqueros y una camiseta negra lisa. Cuando terminé y bajé a la cocina me llevé una grata sorpresa, ya que me encontré con la mesa puesta y la comida servida. Desconocía que supiera cocinar, y menos aún cocinar tan bien, yo no había comido tan a gusto desde hacía bastante tiempo, y menos aún desde que empecé a escribir la obra.

Durante la comida hablamos poco, y la mayoría de lo que dijimos fueron trivialidades, hasta que cuando llegó el momento del postre, Dani me preguntó cómo llevaba la obra. Sabía cómo iba a acabar aquella conversación, así que directamente le dije que no le iba a dejar leerla hasta que estuviera terminada y maldije la hora en la que le conté que el protagonista principal llevaba su nombre. Siempre acabábamos igual, pero yo tenía la manía de no dejar que nadie leyera algo de lo que escribía sin que estuviera terminado, y él no iba a ser una excepción. Decidí desviar la conversación y le pregunté qué era lo que quería enseñarme. Al mirar el reloj, su cara cambió por completo, me dijo que si no nos dábamos prisa llegaríamos tarde y se levantó de golpe de la silla. Terminé de beberme el café y sin darme tiempo a levantarme por mi misma, Dani me cogió de la mano y tiró de mí, llevándome hasta la puerta a paso rápido. Seguimos así hasta llegar a su coche, cuando por fin me soltó para abrirme la puerta delantera y hacerme entrar. Cuando empecé a protestar me dijo que me calmara, que a su debido tiempo sabría a dónde íbamos, pero que no había tiempo para explicaciones, ya que llegábamos tarde.

Debía de ser una cita muy importante para él, porque nunca le había visto conducir de esa forma. Por fin, aparcó el coche y cuando bajamos me explicó que había encontrado un teatro perfecto para la representación, pero que quería que yo lo viera, y había quedado con el dueño para que nos lo enseñara justo entonces. Nos dirigimos a la puerta principal, pero allí no había nadie y cuando Dani la golpeó con los nudillos se abrió con un extraño chirrido. Pensamos que quizá el dueño estaba dentro, ya que en el escenario nos había parecido ver luz, por lo que nos adentramos despacio hacia el patio de butacas, mientras Dani llamaba al dueño, pero nadie contestaba. De repente, escuchamos lo que nos pareció un grito que provenía del escenario. Nos miramos durante un segundo, quizá menos, y de la mano salimos corriendo hacia el escenario, pero, cuando llegamos, nuestros ojos no dieron crédito a lo que allí veían.


CONTINUARÁ

miércoles, 20 de agosto de 2008

La Persecución

Y allí estaba de nuevo, atada en el asiento trasero de aquel coche negro. No era la primera vez, y no sé cómo lo hacían, pero siempre conseguían engañarme para que subiera a él por voluntad propia. Siempre me prometía que no volvería a subir, pero no podía evitar hacerlo, me atraía demasiado.

Antes de arrancar, se notaba ya perfectamente la tensión que existía entre la pareja del asiento delantero y yo, que intentaba mentalizarme para lo que vendría a continuación. Ya había pasado por eso antes, así que sabía lo que debía hacer, cerrar los ojos y esperar a que el coche arrancara, y empezara la persecución. Cuando la mujer de delante vio lo tranquila que yo parecía, se lo recriminó a su marido, que ni siquiera se preocupó de mirarme, contestando a su esposa que pronto me daría cuenta de dónde me había metido.

Finalmente arrancamos, tranquilamente al principio, hasta que comenzó la persecución y la velocidad empezó a subir. Me daba miedo abrir los ojos y mirar a mí alrededor, pero la curiosidad venció al temor, y decidí abrirlos y no perderme nada de aquella carrera. Con cada curva, con cada subida o bajada, mi corazón golpeaba con más fuerza contra mi pecho, hasta que pareció que la persecución había acabado y el coche frenó bruscamente. Una vez más, la mujer de delante miraba a su marido, pero en esta ocasión, además, le gritaba. Lo hacía de una forma tan precipitada que no logré entender ni una sola palabra de lo que dijo, pero vi que el marido se reía, aumentando así la furia de su esposa.

Creí que todo había acabado ahí, pero de repente, las sirenas comenzaron a sonar y el coche arrancó de nuevo, esta vez con una velocidad aún mayor que la primera. Mi corazón latía tan fuerte que ya ni siquiera podía escuchar los gritos de la mujer que estaba sentada delante de mí. Finalmente, y esta vez fue real, todo terminó, el coche frenó y pude libarme de mis ataduras y pisar de nuevo el suelo.

Había sido, una vez más, un emocionante viaje en una Montaña Rusa.

sábado, 16 de agosto de 2008

La bola de cristal

Silvia llevaba tiempo queriendo ver el futuro, hasta que aquel día, al fin, lo consiguió. En una tienda perdida en el centro de la ciudad, encontró lo que había estado buscando, una bola de cristal, cuyo manual de instrucciones estaba prácticamente intacto. Su instinto la había guiado bien hasta allí, sabía que no todas las bolas se habían perdido cuando la magia se prohibió. Miró a su alrededor para cerciorarse de que nadie la veía, y se adueñó de la bola, pagando por ella un precio menor de lo esperado, y es que, por semejante tesoro, ella hubiera estado dispuesta a pagar muchísimo más. Introdujo su adquisición en la mochila y salió de la tienda, convirtiéndose en una viandante más de las calles de aquella inmensa ciudad.

Se moría de ganas por llegar a casa y descifrar la bruma gris del interior de la esfera, pero quería pensar mientras se dirigía hacia allí, y algo le decía que tendría que luchar consigo misma, por lo que decidió no coger el metro. Odiaba aquellos inmensos gusanos metálicos que se deslizaban por debajo de la ciudad, así que no usaba ése medio de transporte a no ser que fuera estrictamente necesario. Decidió caminar hasta su casa y, mientras sus pies le guiaban, ella se concentraba en la discusión que se estaba llevando a cabo en su cabeza. Estaba acostumbrada a aquellas discusiones, era como si dentro de su cabeza hubiera dos personas distintas, con opiniones totalmente contrarias, sobre todo cuando se trataba de magia. Ésta vez era peor, había conseguido encontrar un elemento que estaba prohibido en la sociedad en la que vivía, si la descubrían, la pena sería la misma que se les había aplicado a muchos antes que a ella: la muerte.

¿Estaba dispuesta a correr el riesgo de morir simplemente por conocer su futuro? Sí, claro que lo estaba, llevaba muchísimo tiempo esperando ése momento, y no quería demorarlo más, así que aceleró sus pasos para poder llegar cuanto antes a su casa. Se concentró de tal forma en llegar lo antes posible, que no escuchó la voz que en su cabeza le decía que conocer el futuro es más peligroso de lo que parece.

Tras la larga y rápida caminata llegó por fin a su casa y, una vez allí, cerró con llave y cerrojo la puerta de la calle y corrió todas las cortinas, quedando el hogar iluminado únicamente por dos lámparas de tenue luz. Se sentó en el suelo, con las piernas cruzadas, y se dispuso a leer el libro de instrucciones de su bola de cristal, aunque sabía que probablemente no era necesario, ya que había leído todo lo que había encontrado sobre éstos artilugios. Sin embargo, leyó las instrucciones completas, y una vez hubo terminado de leerlas, cogió su nuevo tesoro y lo colocó frente a ella, de modo que pudiera ver bien su interior.

Siguiendo las instrucciones, el primer paso que dio fue liberar su mente de todo pensamiento que en ella hubiera, para así dejarla en blanco. A continuación, simplemente debía concentrarse en el momento que deseaba ver, y la bola se lo mostraría, pero tenía que ser cautelosa, puesto que ésta únicamente le enseñaría un momento, y no volvería a mostrarle más hasta haber recargado energías, y Silvia no sabía cuánto tiempo tardaría en cargarse de nuevo.

Se decidió por pedirle a la bola que le mostrara el momento en el que sus sueños se verían cumplidos, y así lo hizo. Le mostró un momento 20 años después de la fecha en la que ella se encontraba, y allí estaba Silvia, la magia había dejado de ser materia prohibida, y ella estaba dando clases de Historia de la Magia en una prestigiosa universidad. Pero eso no era todo, se había casado con un gran mago y había dado a luz a la niña más preciosa que una madre pueda desear. Era un futuro perfecto, pensó, y acto seguido se quedó dormida.

20 años después, ninguno de los sueños de Silvia se había cumplido, y ella era ahora la dependiente de aquella tiendecita en la que había comprado su bola de cristal.

¿Qué le había ocurrido? Todo tiene una sencilla explicación. Silvia había visto su futuro a partir del momento en el que había dejado su mente en blanco, y al ver que sus sueños se cumplían, dejó de pelear por ellos, pensando que ya se cumplirían de una u otra forma.

Ahora yo te pregunto a ti, que has leído esto: ¿prefieres ver tu sueño cumplido, o vivir tu vida persiguiendo cumplirlo? Si le preguntas a Silvia te dirá que, sin duda, hubiera preferido no conocer su futuro, y haber vivido persiguiendo sus sueños, ya que está en nuestras manos, y no en las de nadie más, poder cumplirlos.