martes, 5 de agosto de 2014

Las horas prohibidas



Para M y L, always

En la habitación aún están vivos los ecos de una intensa unión, no se escuchan voces, hace tiempo que Alex y Will no necesitan palabras, pero tienen otras formas de comunicarse. Una mano retira un mechón de pelo de su rostro, y Alex sonríe, mientras con su mano acaricia la mejilla de su acompañante. Saben que les queda poco tiempo, así que recogen las prendas de ropa que la pasión ha esparcido por todas las superficies de la alcoba, y vuelven a colocárselas como se colocan la máscara que tienen que llevar en público. En el exterior, son Alexander y William, dos hombres que han sido los mejores de los amigos desde su estancia en el internado. Aquí, cuando se cierra la puerta que los separa de los prejuicios y de la crueldad, son Alex y Will, dos enamorados que darían lo que fuera por poder pasar una única noche en los brazos del otro.
Han perfeccionado el arte de hablar sin necesidad de palabras, al fin y al cabo, las miradas son su única forma de comunicarse fuera de su pequeña burbuja, sus conversaciones en el mundo exterior forman parte de los personajes que tienen que interpretar.
Alexander tiene que volver a su estudio y a William lo esperan para una clase en la universidad. Una despedida, un pequeño choque de labios, y así, abandonan su refugio, el único lugar en el que permiten ser ellos mismos, y empiezan a contar los días y las horas que les quedan para poder volver a visitarlo.
Unos días después, una tarde, mientras Alexander da un paseo para tratar de librarse del olor a productos químicos y a pintura, se encuentra con su amigo William, que acompaña a su madre y a una prima lejana con la misma intención que la suya, la de despejarse. Cuando se saludan, lo único que ve cualquier espectador es a dos amigos que hace días que no se han visto, que hablan de quedar para echar un trago en la taberna en una fecha próxima, de no dejar pasar más días. Pero, si se acerca más, podrá fijarse en el extraño brillo de los ojos del pintor, en la mueca que disimula cada vez que William sonríe a su prima. A Alex se le apoderan los celos, pero ha practicado tanto su máscara, que nadie más que Will lo aprecia, y es que sabe leer a la perfección el rostro de su amante. Sabe que es la sonrisa de Alex la que ilumina sus días, y se imagina lo mucho que le dolería verle dirigírsela a una muchacha joven y atractiva. En ese momento, lo único que desearía es envolver a Alex en un abrazo protector, pero el lugar y la compañía se lo impiden. Le implora con los ojos, le pide que se reúnan esta noche; no estaba previsto, pero ya no puede esperar más, necesita sentir los brazos de su amante rodeándole, necesita escuchar las palabras susurradas, que sólo él tiene el privilegio de oír, necesita que Alex y él vuelvan a convertirse en uno.
Cuando se encuentran, en su pequeño refugio, Alex parece reticente a hablar, mientras se apoya sobre la puerta por la que han entrado con los brazos cruzados. Aún le duele la imagen de esta mañana, pero no sabe cómo expresarlo de forma que Will lo entienda y no le juzgue por ello. Pero Will tiene otras ideas y es él quién le soluciona el conflicto diciendo:
-          Ver la expresión de tus ojos esta mañana cuando me has visto con mi prima casi hace que te abrace allí mismo, delante de todo el mundo. No quiero verte sufrir así nunca, y menos aún ser yo el causante de este sufrimiento. Sabes que sólo tengo ojos para ti, ¿verdad? Cada vez que nos encontramos en un lugar lleno de gente, mi mirada te encuentra en cuestión de segundos, y soy incapaz de apartar la vista de ti. Dios, ¡cuánto desearía poder ignorar las estúpidas leyes de esta sociedad y pasear llevándote a ti del brazo!
Aunque no le ha dicho nada que no supiese ya, las palabras de Will hacen que el pulso de Alex se acelere, a la vez que algo cobra vida en su estómago y bate las alas. Por su parte, él siempre se ha expresado mejor con gestos que con palabras, así que toma delicadamente el rostro de su amante entre sus manos y lo atrae hacia sí, hasta que pueden respirar el mismo aire, hasta que sus labios se encuentran en un gesto desesperado que hace las veces de pregunta y de respuesta.
-          Verte así, con ella, ha sido como sentir que me clavaban una estaca de hielo en el corazón. No he podido dejar de imaginarme veinte escenarios, en los que me decías que ibas a hacer lo correcto y a casarte con ella; y en todos ellos yo acababa destrozado. Eres tan importante para mí, Will, que lo que más miedo me da en esta vida es perderte.
Esa noche, en la pequeña habitación, no se habla con el lenguaje de las palabras, si no con los labios y las manos. Las prendas de ropa vuelan en todas las direcciones posibles, lanzadas por dos amantes que no pueden esperar para sentir la piel del otro bajo sus dedos. Labios que se deslizan sobre labios, dientes que chocan desesperadamente, y todo lo que puede oírse en esa alcoba durante gran parte de una hora es la respiración entrecortada de sus habitantes.
Tras un último beso, cuando la necesidad de respirar les obliga a separarse, se quedan tan cerca el uno del otro como pueden, frente contra frente, perdiéndose en sus miradas, pero en esta ocasión es la temblorosa voz de Alex la que rompe el silencio:
-          Sé que nunca podré darte un anillo, nunca podremos caminar juntos a un altar, pero quiero que tú yo sepamos que el vínculo que compartimos es tan sagrado como el matrimonio, quiero que seas mío, igual que yo soy tuyo en cuerpo y alma. Ni siquiera la muerte podrá separarnos, pues lo único que hará será liberarnos para que podamos estar juntos sin preocuparnos por las sospechas o por las expectativas, seremos uno, para toda la eternidad. Si pudiera, gritaría con orgullo a todo aquel que quisiera escuchar que te he estrechado entre mis brazos, que he compartido la más secreta de las pasiones contigo, y que mi corazón, como el resto de mí, te pertenece.
Will, que se ha quedado sin palabras para responder a este discurso, observa cómo Alex se estira, retira algo del cajón de la mesilla de noche y se lo ofrece de forma reverencial. Toma ese algo en sus manos tan delicadamente como se le ha ofrecido, y observa ensimismado la pequeña caja envuelta en seda roja. Con manos temblorosas retira la envoltura y la abre, y de sus labios se escapa un sonido de sorpresa al ver su contenido. La única respuesta que encuentra es abrazar a Alex con todas sus fuerzas, hundiendo la cabeza en la unión de cuello y hombro con la esperanza de que este no vea sus lágrimas. Pero su amante, que tiene todos sus sentidos afinados a los suyos, las nota sobre su piel. Respetando el silencio, le devuelve el abrazo mientras su mano recorre suavemente su espalda, trazando dibujos que nunca llegarán a ser plasmados en un lienzo.   
Mientras tanto, olvidado por el momento en la pequeña caja, yace un hermoso reloj de bolsillo, fabricado en plata con un grabado único. Una serie sucesiva de lápices y pinceles dibujan una “W” perfectamente visible. Y, escondida, solo visible para quién esté esperándola, se encuentra una “A”, que se entrelaza con la “W”. No, Alex no podrá darle nunca un anillo, pero Will no lo necesita, no cuando puede lucir con orgullo esta perfecta representación de su unión durante el resto de sus días.
Para la sorpresa de Will, es Alex el que vuelve a romper el silencio:
-          Prométeme, que pase lo que pase, nunca dejarás de darle cuerda. Quiero que este reloj siempre esté aquí para marcar las horas prohibidas que pasamos juntos, que siempre esté en tus manos para que compruebes el tiempo que queda hasta que volvamos a vernos. Prométeme, que siempre serás mío.
Con un beso, y un susurrado “lo prometo”, los dos amantes se entregan completamente el uno al otro, para toda la eternidad, marcada por dos agujas en un pequeño reloj de bolsillo.

2 comentarios:

Eingel dijo...

Muy bonito, y triste a la vez

P.D. Te regalo el guion largo, el que se usa en los libros impresos (Alt+0151)

Coco! dijo...

De lo que te he leído, es mi cuento favorito. Y lo triste es que siglos después todavía hay quien te dice que quizá alguno terminó por casarse con alguna mujer!!!
Afortunadamente muchos hombres y muchas mujeres han sabido luchar contra la estupidez social y seguir adelante a pesar de todo y de todos. Hermosa evolución!
;)