domingo, 1 de junio de 2008

La Muerte Me Enseñó A Vivir

Junio de 2000

A mi hija, Jane:

Este mes, lo he recordado hoy, hace treinta años que no te vemos, ni tu padre ni yo. Te marchaste demasiado pronto, nuca tuve oportunidad de contarte nuestra historia, y me gustaría hacerlo ahora.

Tu padre y yo nos conocimos en el año 1958, cuando ambos éramos estudiantes. Puede que te resulte difícil de creer, pero es cierto, tu padre y yo fuimos estudiantes en una ocasión. Nos conocimos en dicho año, él me invitó a salir y, aunque te parezca que esto es un cuento de los que te contábamos cuando eras pequeña, nos enamoramos. Tu padre era un hombre maravilloso, me llevaba a cenar, a bailar,…Fue unos meses más tarde cuando descubrí que estaba embarazada. No sabía que hacer, no podía decírselo a mis padres, se habrían enfadado muchísimo, así que se lo dije a tu padre y juntos tomamos la decisión que marcaría el resto de nuestras vidas. Decidimos casarnos e irnos a vivir juntos a algún pueblecillo donde viviese poca gente. No puedes imaginarte cual fue nuestra sorpresa al descubrir que el pueblo que habíamos elegido estaba habitado por varios jóvenes de nuestra edad que habían decidido llevar un estilo de vida comunitario.

Nos recibieron con tal cariño, como si ya nos conociésemos, que enseguida simpatizamos con ellos, qué decirte a ti de su personalidad, de su amabilidad, si prácticamente te criaron ellos. Eran un grupo de jóvenes que habían decidido vivir en completa paz, que renegaban del militarismo, de las acomodadas clases medias, del nacionalismo,… Al principio, tu padre y yo nos sorprendíamos al ver como todos ayudaban a todos, no estábamos acostumbrados a algo así, de donde nosotros veníamos cada uno tenía que hacer las cosas por sí solo, y pedir ayuda era una muestra de debilidad.

Había entre ellos tanto gente con estudios y una carrera, como gente que había abandonado su casa únicamente con lo puesto, los había que ni siquiera sabían leer. Todos los días dedicábamos, si, ya éramos como de la familia, dos horas a enseñar a leer y las matemáticas básicas a aquellos que no sabían. ¿Te acuerdas de Jeff? Siempre te decía que te había visto nacer, era mucho más que eso, te había visto desarrollarte durante todo mi embarazo. Era el médico del grupo, y siempre tenía un rato para todos nosotros. Él me ayudó durante todo el embarazo que, por cierto, no fue nada fácil, lo pasé fatal, lo único que hacía era vomitar y estar en cama, no me dejaban levantarme. Tu padre pasaba muchísimas horas a mi lado, por mucho que yo insistiese en que saliese y ayudase a los demás a hacer las cosas.

Por fin llegó el día del parto, y, al igual que el embarazo, tampoco fue cosa fácil. Lo recuerdo como si fuera ayer, los dolores, los gritos (míos y de tu padre, no puedes imaginarte lo fuerte que le apretaba la mano) y a Jeff diciendo que era el parto más difícil que había atendido nunca. Tras veintiséis horas de intenso dolor y cansancio, llegaste al mundo. En ese momento me di cuenta de que había merecido la pena, eras preciosa y tenías los ojos de tu padre, de un azul intenso. Jeff dijo que todo estaba en orden, y nos explicó a tu padre y a mi como debíamos sostenerte en brazos y a mí me explicó como darte el pecho.

Creciste tan rápido que no sé qué decirte sobre tu infancia, es más te acordabas de muchísimas cosas, nunca logré explicarme cómo podías tener tal memoria. La verdad es que no sé que contarte, tu padre podría contarte más que yo, pasó muchísimo tiempo contigo, pero últimamente tiene lagunas mentales. Los dos pasamos mucho tiempo contigo, sobre todo durante tus dos primeros años de vida, eras tan pequeña, tan frágil, que nos daba miedo dejarte sola. Pero volví a quedarme embarazada, y este embarazo fue todavía peor que el anterior. Lo pasé fatal, no me dejaban salir de la cama, y pasaba todo el día vomitando. Sin embargo, el parto fue menos doloroso que el tuyo, aunque, claro, eso probablemente esté debido a que me desmayé y me desperté cuando tu hermano ya había nacido. Me dijeron que habían pasado treinta horas, y casi me desmayo de nuevo.

Jeff no pudo explicarse porqué, y yo todavía no lo entiendo, pero en esta ocasión sufrí de depresión posparto, de lo que no había sufrido cuando te di a luz a ti. Pasé prácticamente cuatro meses sin salir de mi habitación, por mucho que tu padre y nuestros amigos intentaran convencerme de que saliera, de que tenía dos hijos preciosos que me necesitaban. Ahora mismo no estoy nada orgullosa de ello, y suerte que prácticamente al mismo tiempo que yo la mujer de Jeff había dado a luz y pudo darle el pecho a tu hermano. Fueron unos meses muy duros, tanto para mi como para tu padre y para ti. Él, que tenía que encargarse de dos hijos, y tú, que no sabías porqué yo te había abandonado, ya que así lo que creías, aunque te dijeran que yo estaba enferma, te negabas a aceptar que yo estuviese enferma, tenías tres años, y para ti los padres eran algo que siempre estaba allí, que nuca fallaba, pero yo te había fallado.

Estábamos en el año 1961 y tu padre, un gran aficionado de la música estaba empezando a oír hablar de un grupo que tocaba en distintos locales de Inglaterra, conocido como The Beatles. Estuvo escuchándolos en diversos locales, y le gustó como sonaban, sobre todo el carisma de su líder, John Lennon. Gustándole tanto la música, no es de extrañar que quisiese que sus hijos aprendiesen música, y te compró un piano. Cuando todavía me negaba a salir de mi habitación tu empezaste a tocar, y creo que fue la música la que me ayudó a salir del profundo pozo en el que había caído. No creas, no tocabas tan bien, fueron los golpes que les dabas a las teclas lo que hizo que yo despertase. Tranquila, es una broma. Aprendiste a tocar prácticamente en una semana desde que tu padre trajese ese piano. Bromeaba ante sus amigos diciendo que eras una futura Mozart, y hubieses llegado a serlo. Tu hermano, a quien por cierto, llamamos Jeff en honor al médico que tanto había cuidado de nosotros, se sentía intrigado por el funcionamiento del piano, sin embargo, tú no le dejabas acercarse a él, lo querías solo para ti, era tu posesión más valiosa.

En 1963, The Beatles publicaron su primer álbum, y tu padre te lo regaló completamente emocionado. Hacía ya dos años que yo había superado mi depresión, pero todavía me sentía alejada de vosotros, quizá sea por eso por lo que me volqué en las actividades a realizar en la aldea, y en las manifestaciones y sentadas a las que acudíamos, y a las que, de vez en cuando, tu padre acudía conmigo. Vi encantada como te daba el disco, y como tu te tirabas a su cuello al descubrir lo que era, tu padre había conseguido lo que se proponía, había hecho de ti una completa aficionada a la música. Tras escucharlo completamente en dos ocasiones eras ya capaz de tocar la mitad de sus canciones. Recuerdo que te encantaba la canción Love Me Do, y que podías pasar horas tocándola sin parar, y yo cantaba contigo. Eran los momentos en los que más cercana a ti me sentía, cuando me sentaba al piano para cantar contigo. Escuchamos ese álbum miles de veces, hasta que, 8 meses después, el grupo editó un segundo álbum, llamado With The Beatles, que, cómo no, tu padre te regaló. Una vez más aprendiste a tocar todas las canciones sin necesidad de una partitura. Tu padre nunca se había imaginado que ibas a tener tal talento para la música, créeme, lo sé. En este álbum, tu canción favorita fue Roll Over Beethoven, te gustaba el ritmo que tenía, aunque no podías tocarla entera con el piano, ya que tenía partes en las que únicamente se apreciaba la guitarra. Pero eso no fue problema para tu padre, que tocaba la guitarra desde los cinco años.

Tu padre había acertado, te encantaba el grupo, y llegaste a conocer todas sus canciones de memoria, al igual que yo, que las cantaba contigo. Pasábamos horas al piano cantando, y la gente del pueblo venía a vernos cantar, bueno, a ti tocar, siempre que tenían un rato libre.

Dos años después, en 1965, The Beatles editó el que fue su quinto álbum, el que fue sin duda tu favorito desde la primera vez que lo escuchaste, titulado Help! Desde que escuchaste ese álbum, decidiste que nunca ibas a separarte del piano, que harías de él tu forma de vida. La canción que cambió tu vida fue: Yesterday, una canción que te hizo llorar la primera vez que la escuchaste, la segunda, la tercera, y terminabas llorando siempre que la cantabas.

A partir de ese año, tu padre empezó a enseñar a tu hermano a tocar la guitarra, y aprendió rápidamente, aunque no con tanta facilidad como lo hiciste tú, tenía talento, pero no tanto. Desde ese momento, los dos os dedicabais a la música, y tu padre y yo a las manifestaciones y las tareas del pueblo. Todos nos decían que era raro que todavía siguiésemos aguantándonos y apoyándonos el uno al otro, y yo me preguntaba como podía seguir tu padre apoyándome a mí después de lo que le había hecho pasar con mi depresión. Pero lo cierto es que seguíamos juntos, y teníamos dos hijos maravillosos, así que lo nuestro debía ser amor, ya que todavía seguimos juntos, aunque cada vez nos valemos menos por nosotros mismos. Fueron así pasando los años, tu hermano seguía volcado en la guitarra, práctica que había mejorado mucho, y tu cumplías tu promesa de no separarte del piano, así que tu padre y yo nos dedicábamos a luchar por la paz, sobre todo por manifestarnos en contra de la Guerra de Vietnam.

Pararon así, prácticamente sin tener que ocuparnos de vosotros, cinco años. Un día, mientras nosotros estábamos en una manifestación contra la Guerra de Vietnam, tu hermano llegó completamente sofocado, había venido corriendo, por lo que rápidamente sospechamos que pasaba algo fuera de lo común, ya que tu hermano evitaba por todos los medios todo lo que conllevara ejercicio físico. Cuando estuvo cerca de nosotros, sin darse tiempo a recuperar el aliento, nos dijo que habías caído enferma, que Jeff decía que estabas muy grave. Al oír esto, tu padre y yo salimos corriendo hacia casa, donde te encontramos discutiendo con Jeff porque te había obligado a acostarte y tú querías seguir tocando el piano. Jeff te dijo que era imposible, así que le pediste a tu padre que tocase él alguna canción para ti. Es más, le pediste una canción especial, acababas de oírla, y te había encantado: Let It Be. Quizá supieses lo que se avecinaba y quisieses tranquilizarte, todavía no he conseguido explicarme porqué le pediste esa canción y no le pediste que tocase Help! para ti. Es posible que supieses que en ese momento nadie podía ayudarte, no lo sé. Entonces me di cuenta de que eras un completo misterio para mí. Jeff me pidió hablar conmigo en el salón, y me dijo que estabas muy enferma, y que no podía hacer nada para curarte, que únicamente podíamos estar cerca tuya para que te sintieses acompañada y te olvidases de la muerte. No puedes imaginarte cómo me hubiese gustado haber pasado más tiempo contigo, la de cosas que pasaron por mi cabeza en ese momento, pensé que era una mala madre, que no te había cuidado lo suficiente, que era culpa mía que estuvieras enferma,…

No pudimos hacer más que acompañarte en esos momentos, tu padre al piano, y yo tomándote de la mano. Tu hermano estaba completamente aturdido, no podía creerse lo que estaba pasando; cada hora, cogía la guitarra y tocaba algo para ti. Dos días después, la muerte te arrancó de mis brazos, fueron los dos días más duros y difíciles de mi vida. Me di cuenta en esos días de que tu padre y yo debíamos dejar de luchar por algo que no teníamos y luchar por sacar adelante nuestras vidas, por darle a tu hermano una buena vida. Volvimos a la ciudad, y allí tu hermano fue a la escuela, y más tarde a la universidad. Creció escuchando las canciones de John Lennon, tal y como tú habías crecido escuchando las de The Beatles que, no sé si por casualidad o por alguna razón oculta, se separaron dos días después de que tú murieras. Tu hermano es ahora un abogado de éxito, se ha casado y tiene tres hijos estupendos. Aunque tendrías que escuchar la música que les gusta, la llaman música electrónica, y no se puede distinguir en ella ni siquiera un instrumento. Te he escrito esto porque me han diagnosticado un cáncer, y estoy en el hospital ingresada. No tengo mucha esperanza de salir con vida de esto, así que quería dejar esto escrito. Tu hermano va a venir a verme ahora, ya lo veo entrar, y le voy a pedir que lleve esto a tu tumba, para que allí puedas leerlo y conocer tú historia. Espero que acepte.

Tu madre, que te quiere.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Laura!!

Ya son muchos días sin escribir por aquí... ya me perdonarás... mejor ni pongo excusas.

El texto lo leí hace ya un tiempo, y recuerdo que me gustó, aunque era triste (ya sabes que a mí lo dramático en las artes me encanta, lol), pero era una historia bonita, de las que te atrapan, como casi todas las que escribes.

Por cierto, a pesar de la época que es, aún leo de vez en cuando, antes de irme a dormir, alguna página del libro que me dejaste. Lo increíble es que sigo acordándome de una vez para otra, lol. Espero poder devolvértelo antes de que vuelvas para tu tierra.

Bueno, y desearte mucha suerte con todo, con los exámenes que quedan, con el fin de 2º de veterinaria, con Nefret, con el verano que se acerca, con las operaciones... Un besote!!

Ángel Gabriel

Anónimo dijo...

Muy bonito, aunque tiene sus trozos come margaritas xD. Ahora en serio, está bien aunque algo melodramático para lo que aguanto... Sólo me faltaba el helado de chocolate xD.
Me ha gustado.

El Ente dijo...

solo tengo una palabra para describir lo que acabo de leer Laura, IMPRESIONANTE. un beso!!!

Eingel dijo...

uf... sin palabras me has dejado

Besoooos