- Papá, ¿me cuentas un cuento antes de dormir?
- Está bien, Elisabeth, pero uno corto. Uno que no te he contado hasta ahora, pero que creo que te va a gustar.
- ¿De qué trata?
- Verás, en un mundo, que a muchos podría parecerles lejano, aunque en realidad se sorprenderían al saber lo cerca que está, reinaban dos diosas…
- ¿Dos diosas enfrentadas?
- No, cariño, las dos diosas eran amigas, y como te estaba contando reinaban mediante el respeto y la…
- ¿Pero por qué eran amigas? Se supone que deberían pelearse.
- ¿Y por qué tendrían que pelearse?
- Porque todas las historias divertidas sobre dioses son divertidas cuando los dioses se pelean. Al final se reconcilian, pero siempre tienen que estar enfrentados por alguna razón para poder pelear…
- Y dime, cariño, ¿significa eso que una historia nueva no puede ser divertida? ¿Tiene que repetir siempre el mismo patrón para que te guste? Si es diferente, ¿no le darás una oportunidad?
- ¡Pues claro que no! Si ya sé qué es lo que me divierte, ¿por qué voy a fiarme de algo distinto que a lo mejor no me gusta?
- Pero entonces te perderás muchas cosas.
- Pero las que tenga serán cosas que sé que me gustan.
- Elisabeth, hay un refrán que dice que quien no arriesga no gana, y es cierto. Si no les dieras oportunidad a las cosas nuevas, diferentes, te estarías perdiendo muchísimas cosas. Y ya no hablo únicamente de las historias, hablo de los sabores, de los lugares, de los colores, de la gente incluso… Nunca rechaces nada ni a nadie únicamente por ser diferente, y no intentes ser como los demás solo por ser aceptada, sé tu misma, siempre, créeme, saldrás ganando.
- Es cierto, papá, tienes razón.
- Entonces, ¿puedo hablarte ahora de las dos diosas?
Pero cuando miró a su hija vio que ya yacía en la cama, completamente dormida.