jueves, 22 de mayo de 2008

Y llegó su hora...


Un escalofrío recorrió de repente todo su cuerpo, de la cabeza a los pies. Sentía frío, pero tenía calor. Era una sensación demasiado extraña para él. Deseaba que el tiempo pasara rápido, ya que aquello era una completa tortura.

Llevaba ya muchísimos años luchando por conseguirlo, pero, ¿podría hacerlo? Sus compañeros le habían abandonado, tratando de relajarse, pero él no podía si quiera intentarlo. Sabía que aquel era el día más importante de su vida, que no podría repetirse, pero no estaba seguro de poder soportarlo.

Dentro de su cuerpo, parecía que sus nervios estaban de fiesta, incluso le temblaban las manos. Sin embargo, confiaba en que no lo temblara la voz. No tenía miedo al escenario, no era la primera vez que se subía en uno. Lo había probado en los ensayos y en algún que otro pequeño concierto. Pero aquel era su primer concierto delante de un gran público. Se había asomado por detrás del telón, y había visto como la sala estaba a rebosar de gente, incluso había algún periodista preparado con su cámara de fotos. Sin embargo, aquello únicamente había servido para aumentar su estado de nerviosismo.

Sus compañeros ya empezaban también a agitarse. Habían salido de su retiro y estaban deseando saltar al escenario. Fueron ellos los primeros en salir, comenzando por el teclista. Allí quedó él, tras el telón, acompañado por su incesante angustia.

Todo cambió cuando empezaron a sonar los primeros acordes, su angustia desapareció, y él saltó al escenario, como si lo hiciera todos los días, arropado por el clamor del público, que estaba deseando escucharles y disfrutar del concierto.

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