viernes, 19 de septiembre de 2008

Heroína, ¿a qué precio?

Cuando levantó la cabeza, sus ojos parecían dos ardientes llamas, y su boca estaba cubierta de sangre. Ellos dos eran los últimos que quedaban con vida de toda la expedición, y le habían visto devorar a sus víctimas una tras otra. El ritual era siempre el mismo, nada de carne, únicamente engullía las vísceras. Mientras por algún extraño conjuro el corazón de sus víctimas aún latía, él comenzaba devorando su hígado, seguido del estómago y del bazo, y finalmente, el golpe decisivo, el corazón, que aún latía en el interior del pecho de la víctima. Por alguna razón, nunca devoraba los pulmones o los intestinos de los pobres infelices que iban a parar a sus fauces.

Marta y Roberto, los últimos de aquella expedición, llevaban un buen rato discutiendo cuál era la mejor manera de escapar de allí. Se les habían ocurrido muchísimos planes, pero ninguno de ellos sensato, o con una mínima posibilidad de llegar a buen puerto.

Cuando la bestia se sumergió de nuevo en su víctima, ellos continuaron con su discusión:

– Vamos a ver, Marta, aunque encontremos un modo de escapar de aquí, no servirá de nada si no logramos desatarnos. – Roberto trataba de parecer serio, pero el miedo se notaba en su voz.

Sin que él supiera porqué, una sonrisa burlona apareció en el rostro de Marta, que le mostró sus manos, libres ya de ataduras, y acto seguido, se colocó tras él para liberarle de las suyas.

– Pero… ¿cuándo te has desatado? Y, ¿por qué no me has dicho nada antes? – Roberto no podía ocultar su asombro ante la visión de las manos desatadas de su compañera.

– Me desaté hace poco, no te he dicho nada porque ese horrible ser estaba mirándonos, y no sé si puede o no entender lo que nosotros decimos. El último nudo y… ¡Deja de moverte, o no terminaré nunca! Ya está, eres libre, vayámonos con sigilo, por allí he visto antes una pequeña abertura, por la que podremos pasar. –

Salieron por aquel pequeño hueco, despacio, tratando de no hacer ningún ruido. Roberto se frotaba las muñecas, no podía creerse que hubieran podido escapar de ese ser con vida. Miró a su compañera, como si de repente no la conociera, y pensó que nunca le había visto demostrar tanta seguridad en sí misma. Marta se percató de que él no dejaba de mirarle embobado, así que hizo que volviera a la realidad:

– No me mires así, Roberto, esto no ha hecho más que empezar, debemos matar a esa bestia y salir de aquí, pero primero tenemos que averiguar cómo hacerlo. –

Al escuchar esas palabras, él se paró en seco:

– ¿Matarla? ¿Te has vuelto loca? ¿O es que has olvidado cómo han terminado todos nuestros compañeros? – Roberto miraba a su amiga como si realmente se hubiera vuelto loca, como si quisiera convertirse en una heroína de una de aquellas series de ficción que tanto le gustaban.

– Precisamente porque no he olvidado como han acabado nuestros compañeros debemos acabar con la bestia, para que nadie más pase por lo que ellos han pasado. – Volvió sobre sus pasos para agarrar a Roberto y hacerle continuar.

Caminaron por aquella cueva, hasta que las fuerzas empezaron a fallarles, y decidieron buscar algún lugar lo suficientemente seguro como para descansar. Encontraron una pequeña excavación natural, en la que podrían refugiarse hasta haber recuperado fuerzas. Roberto se sentó, con la espalda apoyada en la pared, y empezó a hablar:

– No me lo puedo creer, tenemos la oportunidad de buscar una salida para escapar de aquí, y a ti se te mete entre ceja y ceja que hay que matar a ese monstruo. No te reconozco, Marta, siempre había creído que eras una cobarde, pero mírate, buscando la forma de acabar con la bestia. Por una parte esto me resulta excitante: la adrenalina de la lucha, de la huída, el trabajo de nuestras neuronas buscando una solución al problema… Pero por otro lado, parece que estemos inmersos en una película de terror, una de esas en las que no sabes cuándo te darán el próximo susto, el problema es que en nuestro caso, el próximo susto podría ser el último… –

– Ven a ver esto, Rober. – Marta estaba absorta en algo que había en aquella pared, así que Roberto se levantó y se acercó.

– ¿Qué se supone que es eso? Parecen… No puede ser, hay algo escrito, ¿qué pone? –

Marta pasó el dedo por aquella escritura y leyó: – “Como mata, la bestia morirá.

Roberto parecía asombrado: – ¿Qué crees que significa? ¿La bestia se merece morir por haber matado tanto? –

Una chispa iluminó de repente los ojos de Marta, que se volvió hacia su compañero diciéndole: – No, es más sencillo que todo eso, significa que la bestia debe morir de la misma forma que mata a sus víctimas, ¡tenemos que comérnosla! –

– ¡¿QUÉ?! – Roberto no cabía en si de asombro, pensaba que Marta se había vuelto loca, así que intentó disuadirla: – Piénsalo bien, ¿crees que podremos sobrevivir si intentamos matarla? Es más, ya has visto como se come a sus víctimas, ¿crees que vamos a poder igualarlo? El corazón aún debe latir cuando lo devoremos, ¿cómo vas a conseguir algo así? –

– Mira con atención la pared, ¿ves los dibujos? Describen perfectamente como debemos abrirla para poder hacer con ella lo que ella misma ha hecho con nuestros compañeros. Lo he memorizado, no te preocupes, ahora debemos encontrar a esa

bestia. –

Comenzaron a recorrer a tientas la gruta en la que se encontraban, mirando en cada rincón, hasta que fueron invadidos por un nauseabundo olor, que les hizo saber que ya estaban cerca. Ralentizaron el paso, para no hacer ningún ruido que pudiera alertar al monstruo, hasta que lo encontraron, dormido en un rincón, rodeado de los cadáveres semidevorados de sus víctimas. En esta lucha, era Marta la que llevaba la voz cantante, así que ordenó a Roberto que entrara allí y sujetara las manos de la bestia. Una vez lo hubo logrado, ella invadió la escena, derramando un puñado de tierra sobre los ojos de la bestia, que dejó de imponer resistencia. Ninguno de los dos tenía un cuchillo ni ningún elemento punzante, así que usaron las propias garras de aquel ser para abrirle en canal, mientras su corazón aún latía.

Sin ningún tipo de duda, Marta comenzó a devorar el hígado, y Roberto, aún invadido por la inseguridad, siguió su ejemplo. Le hicieron a ella lo mismo que la habían visto hacer a todos sus compañeros, la devoraron poco a poco, terminando por su corazón, que aún latía, al igual que el de sus víctimas. Tras engullir el último fragmento de su corazón, lo que quedaba de la bestia, de desvaneció, convirtiéndose en polvo.

Marta y Roberto, permanecieron allí un rato, absortos en sus pensamientos, hasta que ella se levantó y tiró de él, obligándole a salir de su ensoñación. Aún algo aturdidos, vagaron por la cueva en busca de una salida, hasta que por fin la encontraron, y pudieron ver de nuevo la luz del día. Cuando sus ojos finalmente se acostumbraron a la deslumbrante claridad, pudieron divisar a varias personas, vestidas de amarillo, corriendo hacia ellos. Ambos estaba agotados, así que sus ojos se fueron cerrando poco a poco mientras oían palabras sueltas como: deshidratados, suero, sangre…

Cuando Marta despertó, estaba sola, en una blanca habitación de hospital. Quiso levantarse, pero algo la retenía en la cama, no supo de qué se trataba hasta que se miró las muñecas y vio que estaba esposada pero, ¿por qué? En ese momento, una enfermera entró a cambiarle el suero y, al ver que estaba despierta salió enseguida cerrando la puerta. Marta escuchó entonces voces que parecían venir del pasillo:

– Señor, sí, ya está despierta, puede subir cuando quiera. – Sobrevino un silencio, como si la enfermera estuviera recibiendo alguna indicación. – Está bien, se lo diré. –

Marta escuchó los pasos de aquella mujer, alejándose por el pasillo, y cinco minutos después vio abrirse la puerta, por la que apareció un hombre, que se identificó con inspector Reyes.

– ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué estoy esposada a esta cama? ¿Dónde está Roberto? – Las preguntas se agolpaban en la cabeza de Marta, mientras el inspector la miraba, impasible.

El inspector habló entonces con una voz que denotaba una gran seriedad: – Su compañero murió durante el traslado al hospital, su corazón había sufrido mucho, y los sanitarios no consiguieron reanimarle, lo siento. En cuanto a porqué está esposada, está usted detenida acusada de 28 asesinatos, con el agravante de canibalismo. –

Marta pensó que aquello no podía estar pasando, ella no había matado a nadie, únicamente a aquella bestia, para impedir que no matara a nadie más.

– No puede ser real… Yo no he matado a nadie. ¿Quiere saber lo que realmente pasó en la cueva? – El inspector asintió, esperando que Marta le diera alguna explicación.

Pensó que acusaría a Roberto, que intentaría librarse culpando a su compañero muerto, pero para nada se esperaba la explicación que escuchó salir de sus labios. Le habló de la bestia, de cómo habían escapado, de la inscripción en la pared y de cómo la habían matado devorándola hasta convertirla en polvo. Reyes no cabía en si de asombro, por la historia que le había contado, y por lo convencida que estaba ella, sin duda ella creía que lo que decía era verdad.

Por desgracia para Marta, nadie le creyó, y terminó siendo portada de todos los periódicos, como la asesina caníbal, que devoró a sus compañeros cuando aún estaban vivos. Fue examinada por varios psicólogos antes del juicio, en el que se alegó demencia.

Hoy en día, Marta está encerrada de por vida en un hospital psiquiátrico, lleva 20 años sin pisar la calle, pero le cuenta su historia a todo aquel dispuesto a escucharla. Sin embargo, hasta ahora, nadie la ha creído, todos la toman por una loca asesina, y hay quien cree que su locura fue únicamente una tapadera para evitar la cárcel, pero que se ha visto obligada a continuar con ella.

¿Está Marta realmente loca o dice la verdad? La versión oficial de la justicia dijo que perdió la cordura antes de cometer aquellos horribles crímenes. Tras tantos años, incluso la propia Marta ha comenzado a dudar de si salud mental, y se pasa todo el día encerrada en su habitación, pidiéndole perdón a Roberto, pensando que debería haberle hecho caso, y haber salido de aquella cueva sin hacerse la heroína, sin haber matado a aquella bestia… Sin embargo, en su interior alberga una extraña sensación, se siente bien, está orgullosa de haber acabado con ella, quién sabe cuántas personas se habrán llegado a salvar gracias a las acciones que decidió llevar a cabo en aquella cueva. ¿Fue Marta una asesina, o crees que fue una heroína?

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Pedazo de relato
Una mas para disfrutar el terror en esencia
Gracias por tus escritos
Saludos

El Ente dijo...

Magnifico relato Laura!!! muy bueno si señor, lastima que a mi tocayo le tocó morir jejeje.

Respondiendo a la pregunta que haces...yo pienso que no es una asesina...pero el mundo de la mente es tan complejo que...

..por cierto te apetece venir a visitar las grutas de las maravillas?...jejjeje

un beso!!!

Auron de Dargaard dijo...

como siempre un gran relato, ademas sorprendente, ya sabes q me ha encantado, un beso!

Anónimo dijo...

Un fantastico relato, donde a sus inicios te translada a una ficcion terrorifica acompañado de un hilo de tension e incertidumbre que consigue engancharte desde el principio dejandote de piedra con un final salpicado por el realismo.

Un placer, para mi, el haber conocido tu Blog.

Un abrazo

Ed

Anónimo dijo...

Heroína o asesina... Tal y como está contado, diríase que se trata de una heroína como otros personajes de las distintas mitologías (en estos momentos me estoy acordando de Heracles, Belerofonte...), aunque aplicado a una época menos fantástica en general.

Otra visión podría ser la de que el narrador nos ofrece la historia desde el punto de vista de Marta, una chica con problemas psicológicos que confunde la realidad o se la inventa, en cuyo caso, podría ser que lo de la bestia fuera pura invención y entonces se tratara de una asesina.

Lo bonito del caso es que puedes dejar vagar tu imaginación y escoger la versión que más te gusta.

En cualquier caso, bonito relato Laura.

Ángel

Butty dijo...

Gracias x escribir Nefer, eres toda una gran artista q haces s la gente disfrutar con tus relatos q tan gratamente nos permites leer.

Eingel dijo...

Es lo de siempre... si la historia no coincide con la idea general... es falsa. Y hemos de hacernos los cuerdos y contar tonterias, porque la verdad nos convierte en locos

Inquietante

Besoooos